¿Estamos seguros? por Vanessa Nolasco @gestionasalud
“Cada mañana recorro los pasillos del sexto piso a la caza del especialista para indagar nuevos detalles. (….) Ese hombre tiene tu vida en sus manos y no confío en él; pasa como una corriente de aire, distraido y apurado, dándome engorrosas explicaciones sobre enzimas y copias de artículos sobre tu enfermedad, que trato de leer, pero no entiendo.(…) Parece más interesado en hilvanar las estadísticas de su computadora y las fórmulas de su laboratorio que en tu cuerpo crucificado sobre esta cama”
Allende I. Paula. Barcelona,1997
- ¿Qué percepción tiene el paciente sobre la atención que recibe?
- ¿Existen dificultades en la relación con el paciente?
- ¿Es mejor un paciente sumiso o un paciente activo que cuestiona nuestras recomendaciones?
- ¿Estamos ofreciendo una asistencia de calidad, mediante la cual cumplamos las expectativas de
nuestros pacientes? - ¿Está la seguridad del paciente inmersa en todas estas cuestiones?
Isabel Allende, una exitosa y reconocida literaria Chilena, narra en uno de sus libros más personales, la dura experiencia que sufrió con si hija en estado de coma durante un año en un hospital Español.
Paula, que así se llamaba la hija de la escritora, sufría “porfiria”, una enfermedad metabólica generalmente hereditaria que afecta al grupo hemo (componente de la hemoglobina). Esta enfermedad, que en principio puede ser controlada, cursa con crisis de variada sintomatología que al parecer tiene una estrecha relación con diferentes factores desencadenantes ( estrés, ciertos fármacos, alcohol y tabaco, infecciones, etc).
Generalmente los pacientes porfíricos suelen portar con ellos una lista de medicamentos “prohibidos” que podrían generar la crisis y que por lo tanto se consideran un riesgo para la salud del paciente, no se sabe si el día del ingreso de Paula, ésta llevaba con ella ese listado. Al parecer y según relata la escritora, Paula ingresó con una crisis que se agudizó al administrarle ciertos sedantes que estaban contraindicados en este caso, llevándola a un coma profundo que la mantuvo en estado vegetativo durante un año y que finalmente le produjo la muerte.
Hay ciertas veces que las complicaciones se escapan de las manos de los profesionales, provocando frustración entre los sanitarios que mayoritariamente se “dejan la piel” en ayudar a sus pacientes. Pero llegado el dramático suceso de un evento adverso, ¿cómo podemos o debemos responder lo profesionales?, ¿es necesario asumir la responsabilidad y afrontarla?, ¿estamos los profesionales preparados para admitir un error? y sobre todo, ¿desplegamos las intervenciones suficientes para actuar de forma proactiva ante nuevos sucesos similares?, sin olvidar, ¿cómo gestionamos este suceso
con el paciente y su familia?.
Muchas veces nuestros pacientes no nos recriminan nuestras equivocaciones, sino la forma en que las afrontamos con ellos, es decir, el paciente valor nuestra honestidad y nuestra humildad por encima de todo, y lo que generalmente demandan es cercanía, empatía y comunicación efectiva, todos estos elementos forman parte de una asistencia de calidad, segura y sobre todo humana.
La seguridad del paciente, es una cualidad intrínseca de la calidad, pero podríamos preguntarnos si nos falta una parte para dar estabilidad a nuestra base.