José Ramón Martínez Riera

Profesor en el Departamento de Enfermería Comunitaria, Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia de la Universidad de Alicante. He sido miembro y tesorero de la Asociación Española de Enfermería Docente (AEED), miembro fundador de la Sociedad Española de Licenciado de Enfermería (SCELE), miembro fundador y actualmente Presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC). Fui Secretario General y Vicepresidente de la Región Europea de la Asociación Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Enfermería (ALADEFE). Investigador de diferentes proyectos con financiación nacionales e internacionales.

1 ¿Qué es para Ud la humanización?

Podría caer en la retórica de plantear definiciones, conceptos, teorías… que lejos de aclarar nada tan solo contribuirían, según mi opinión, a dar una idea de la humanización que para nada se ajustase a lo que entiendo se pretende. Por lo tanto, voy a ser menos academicista y más pragmático y realista, lo que no quiere decir que logre responder a lo que de mí se espera.

Para mí la humanización es, fundamentalmente, ponerse en el lugar de la otra persona, es decir, tener y practicar la empatía. Se la otra persona sana, enferma, familiar, acompañante… porque lo verdaderamente importante es tratar de que la otra persona se sienta escuchada, atendida, entendida, acompañada, sentida, comprendida, respetada. Y eso que puede parecer tanto y tan complicado se puede resumir, muchas veces en una mirada, un gesto, un apretón de manos e incluso un silencio. Tan sencillo y tan complejo al mismo tiempo. Pero si eso no lo sabemos o queremos hacer las enfermeras, con independencia de que lo hagamos en la actividad asistencial, docente, investigadora o en la gestión, deberemos empezar a preocuparnos seriamente.

No se trata, ojo, de ser simpáticas, como mucha gente solicita o identifica a las enfermeras. Se puede ser simpática y no ser para nada empática. Si se unen empatía y simpatía fantástico, pero humanizar es ante todo empatizar.

2 ¿Tiene alguna experiencia personal en el mundo de la humanización de la sanidad?

Dada mi edad y mi ya prolongada carrera profesional si no tuviese alguna experiencia sería como para preocuparse.

En mi recorrido he tenido oportunidad de trabajar tanto en la asistencia como en la gestión, la docencia y la investigación. Esto me ha permitido identificar la importancia de la humanización en cada uno de los ámbitos, ya que la humanización no puede ni debe entenderse exclusiva de ninguno de ellos. Es cierto que en la atención de salud directa con las personas la humanización adquiere una dimensión que puede entenderse mayor que en cualquiera de los otros. Sin embargo, hay que identificar claramente la perspectiva humanizadora en cada uno de los ámbitos. No se puede entender la gestión, la docencia o la investigación sin esa perspectiva. El/la buen/a gestor/a será aquel/la que empatice con las/os trabajadoras/es sin confundirlo con el paternalismo, para lograr la mejor respuesta de cada uno/a de ellos/as en base a sus aptitudes y sus actitudes, con rigor, pero sin que ello suponga situarse al margen de sus expectativas, emociones, sentimientos…y todo ello desde el respeto máximo a las personas que son, antes que profesionales.

El buen/a docente debe identificar antes a la persona que al estudiante. Con sus miedos, sus reservas, sus necesidades, sus demandas… ante la adquisición y construcción del conocimiento. Haciéndole partícipe de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que supone abandonar el protagonismo hegemónico que ha caracterizado a las/os docentes.

Por último, el/la investigador/a debe tener muy claro que las personas no son sujetos u objetos de estudio. Son personas que requieren información, explicación, consejo… y, sobre todo, sentirse parte activa del proceso de investigación o, cuanto menos, depositarios de los resultados que del mismo se genere. Lo contrario es cosificar a las personas como objeto de ensayo, lo que supone ignorar su valor y olvidar el respeto que como personas merecen.

Y esta ha sido mi máxima en cada una de las facetas en las que he interactuado. Las experiencias se resumen básicamente en el agradecimiento que las personas, trabajadoras/es, estudiantes, con las que he tenido la oportunidad de compartir mi actividad me han trasladado. Creo, sinceramente que ese es el mejor y más fiable indicador de humanización que existe y con el que, por otra parte, yo siempre me he sentido más orgulloso, reconocido y feliz.

3 ¿Cómo humanizaría el mundo de la gestión?

Pues fíjese, ante todo eligiendo a las/os mejores gestoras/es. En fin, sé que parece más una evasión o una obviedad que una respuesta, pero sinceramente es lo que pienso.

Trataré de explicarme.

La designación de gestoras/es en base a proximidad de pensamiento o favor político, tan solo conducen a tratar de ser políticamente correctos, seguir las instrucciones o consignas, responder a las premisas establecidas y supeditar las decisiones a criterios que poco o nada tienen que ver con la calidad, la priorización de necesidades o la gestión participativa. Cuando se anteponen intereses partidistas y partidarios a los que realmente importan, es decir, a los de la población a la que se deben prestar los cuidados, la forma en cómo hacerlo y los de las/os profesionales que deben prestarlos, la gestión pasa a ser un mero ejercicio de producción mecánica en el que el fin justifica los medios empleados. Quedando, tanto el fin como los medios, supeditados al interés de quien lo determina para lograr sus objetivos individuales o grupales al margen de lo que realmente se necesite o demande. Si además se sistematiza la gestión en base a una cadena de mando jerarquizada en la que se confunde el temor con el respeto, la eficacia con el producto, la eficiencia con los beneficios y la participación con las órdenes, por citar tan solo algunos aspectos, estaremos ante una gestión no tan solo deshumanizada sino absolutamente ineficaz e ineficiente.

La gestión requiere de una relación humanizada en la que se tengan en cuenta los valores, las emociones, los sentimientos, las expectativas, las necesidades, los logros de las/os trabajadoras/es con los que se interactúa, junto a los resultados en salud, la satisfacción sentida, la calidad de la atención, la participación activa… que se plantean como objetivos de dicha gestión. La empatía, una vez más se sitúa en primer término de toda relación para poder obtener los mejores resultados con la máxima satisfacción y el menor estrés posible. Antes me preguntaba si tenía experiencias en humanización. Pues bien, de mi etapa como Director Enfermero en un Área de Salud, lo que me queda es el reconocimiento, agradecimiento y respeto de quienes fueron las/os trabajadoras/es con quienes gestioné durante más de 9 años no tan solo la actividad asistencial sino, lo más importante para mí, la relación interpersonal para tratar de lograr los mejores resultados entre todos. Y que el paso del tiempo (ya hace más de 15 años) no haya debilitado ese sentimiento de respeto y agradecimiento que sigo percibiendo cada vez que coincido con algunas/os de ellas/os. Una frase que recientemente me dijeron puede resumir lo dicho “nos hiciste trabajar mucho, pero disfrutamos también mucho al hacerlo”.

4 ¿Opina que los valores y la ética van de la mano a la hora de re-humanizar la organización?

Es que no puedo entender los unos sin la otra, o la una sin los otros.

No tener en cuenta los valores, tanto individuales como colectivos, impiden la ética en cualquier dimensión y, por tanto, la humanización de la organización.

Dicho lo cual, me gustaría apuntar que la organización como estructura no es más o menos humanizada. Con todos los respetos eso es una falacia, un eufemismo. La organización como recurso comunitario será lo que sean las personas que la conforman. Entre otras cosas porque no se puede esperar de quien no es humano, una organización, que sea humanitaria. Pero sí que se debe exigir que las personas que en la misma trabajan sean humanitarias en base al respeto máximo de los valores, la ética y la estética del comportamiento de las mismas. La ética sin valores es una ética de mínimos, es decir, hacer lo imprescindible para cubrir el expediente. Por otra parte, los valores sin ética son tan solo estética, es decir, cubrir apariencias con acciones artificiales y artificiosas que tan solo tratan de deslumbrar.

El cuidado lamentablemente no está institucionalizado en las organizaciones. No se le da el verdadero valor y dimensión que el mismo tiene y ello supone en si mismo un principio fundamental para no cimentar una gestión humanizada.

El cuidar requiere tiempo y espacio, dedicación y técnica, ciencia y sabiduría, conocimiento teórico y praxis y, todo ello, requiere un marco institucional idóneo, un marco donde las condiciones estructurales sean favorables para el ejercicio de dicho cuidado. Una de las características de nuestra sociedad actual es la pluralidad y la globalidad y por tanto cabría decir que la época de imposición de una cultura ha llegado a su fin. Estamos en un mundo interconectado por la comunicación y por lo tanto intercultural. Urge que sigamos avanzando en esta línea, que todos nos comprometamos en este proyecto de aunar esfuerzos y culturas, ser capaces de integrar los elementos culturales conjuntos para ofrecer un servicio más acorde con las necesidades sociales. Todo proyecto de convergencia conlleva aunar: técnicas y valores. Esto jamás se consigue por imposición. De ahí que sea necesario establecer unos mínimos que sostengan y den sentido a la atención; y a partir de ahí, se ha de trabajar por lograr una cultura con unos valores específicos, promovidos y asumidos por todos y que así podamos comprendernos. La práctica de los cuidados enfermeros en el contexto actual, pone a la enfermera en el corazón de la vida, en contacto con la salud y la muerte, donde las ciencias no son suficientes, pues son neutras en lo que concierne a los valores humanos.

La ciencia está por definición interesada, sobre todo, por los métodos, las generalizaciones y las predicciones. Conscientes o no, tenemos unos valores, hacemos unas elecciones y es importante tener claros estas elecciones y estos valores. Porque cuidar siempre está relacionado con ayudar a una persona o a un grupo de personas para satisfacer ciertas necesidades. Las enfermeras aprendemos de la experiencia. La imagen enfermera es, pues, inseparable de su evolución como disciplina y ésta ha evolucionado extraordinariamente desde la perspectiva de sus propias orientaciones y conceptos centrados en: el cuidado, la persona, la salud, el entorno, la práctica, la formación, la investigación y la gestión.

5 ¿Dónde debe iniciarse la humanización?

Debe iniciarse en cada uno de nosotros individualmente. No podemos pretender que la humanización sea identificada como una competencia que se adquiere desde la teoría o el aprendizaje. La humanización es un valor, una actitud, una norma, un comportamiento, una exigencia con uno mismo y con las personas con las que interactúa. A partir de ahí se tiene que generar toda una cultura de la humanización que impregne todas y cada una de las acciones que como enfermeras tengamos que asumir.

Es imprescindible mantener la voluntad de apoyarse en valores humanísticos y no perder el rasgo cuidador, pero la realidad, la contradicción, es que en muchas ocasiones lo que se está exigiendo por parte de las organizaciones es que seamos enfermeras tecnológicas. Esto conduce a que la enfermera diluya su campo de acción que debe centrarse en cuidar para proporcionar bienestar, confort, seguridad, asesoría técnica, además de los cuidados específicos adecuados y consensuados. Por tanto, si se mantiene el elemento fundamental, los cuidados, la vinculación con la persona y la familia y se asume la responsabilidad de que sean autónomos, las enfermeras son, y serán absolutamente imprescindibles en la comunidad desde esa perspectiva humanizadora.

6 ¿Conoce a algún personaje histórico que fuera humanizador?

Para mí, desde luego, es un referente Juan de Dios, patrón por otra parte de las enfermeras españolas. Algunos autores y también algunos sectores de la Enfermería desde una concepción secular se preguntan, si el legado de Juan de Dios y sus herederos constituye en sí un Modelo de Cuidados válido para el momento actual. Creen que hay razones que pueden llevar a pensar que dicha construcción conceptual no es posible. El hecho de que su obra se desarrollara al margen de lo académico, es lo que da “carta de naturaleza” a la práctica totalidad de las autoras reconocidas como teorizadoras actuales, ignorando conocimientos históricos. Conocemos, y resulta chocante comprobar la utilización que de su figura se ha hecho por distintos sectores ajenos pero colaterales a la Enfermería, entre los que hubo un cierto consenso en reforzar la sacralización de Juan de Dios en un intento de alejar al personaje de la realidad, con lo cual difícilmente podía tomarse como referente de una disciplina como la Enfermería. Con ello, mostraban a la par una gran ignorancia histórica. Debería considerársele, sin embargo, como el padre de un modelo de entender los cuidados que ha condicionado el que la Enfermería española y de otros países sea como es en la actualidad. Pues se trata de un modelo aún vigente. Esta figura universal que consiguió instaurar en el mundo un modelo tan personal de entender la solidaridad, que pervive en la actualidad y con pleno vigor, no puede pasar desapercibido pues él es uno de los pioneros de nuestra historia y en concreto de la Enfermería. Lo contrario nos puede hacer perder la oportunidad histórica de reconocer lo que verdaderamente fue en su vida: un enfermero vocacional y profundo, un hombre excepcional que se adelantó a su tiempo. El proceso iniciado por Juan de Dios en la prestación de cuidados constituye un ejemplo de sensibilidad que abarca lo sociosanitario. La Enfermería propuesta por él es más que la prestación de cuidados físicos, incluye cuidados integrales, cuidados físicos, mentales, psicosociales, éticos, espirituales y sociales. Es necesario resaltar cómo hizo sus cuidados, que, sin haberlos dejado por escrito, sus primeros seguidores los continuaron y siguen vigentes hasta el día de hoy.

No caigamos en el error tantas veces cometido de renunciar a nuestros referentes, y para ello reconozcamos a quien posiblemente sea nuestro primer gran referente enfermero y humanizador, Juan Ciudad Duarte, San Juan de Dios.

7 Por su experiencia como profesor y enfermero comunitario como cree que debería enfocar el Proyecto HUGES sus actividades?

Sería muy pretencioso por mi parte dar consejos en este sentido. Tengo un profundo respeto y admiración por el proyecto HUGES.

Sin embargo, ya que me dan la oportunidad creo que es importante destacar que la modernidad ha desarrollado el racionalismo. Ha difundido la idea de que la tecnología puede aportar soluciones técnicas a todos los problemas que aquejan a la humanidad. No se puede desandar lo andado: “La técnica forma parte de nuestra existencia, la cuestión es saber qué hacer con ella”. Insistir en esto parece, no pocas veces, una reiteración innecesaria ya que se da por supuesta en enfermería; sin embargo, cada vez con mayor fuerza van aumentando las voces que hablan de falta de ética, y de deshumanización. Por ello, es necesario articular el contenido de nuestra responsabilidad profesional, no sea que la evolución de la Enfermería como ciencia vaya dejando escapar su esencia fundamental, la de los valores que le sirven de sostén. La ciencia ha de sostenerse en los valores; si la ciencia está hoy en crisis, probablemente sea por esta divergencia antinatural. Ha de correr paralela con esta dimensión humana y, por ello, situarse en el ámbito de lo moral. El valor social de la Enfermería, se centra en la respuesta humana y técnica a la necesidad de cuidados de la persona, bien en salud o en enfermedad y ofrecido con calidad.

Como docente no puedo entender el proceso de enseñanza-aprendizaje sino es desde la participación activa de las/os estudiantes en la construcción del conocimiento, pasando de la inyección del conocimiento a la generación del conocimiento a través del pensamiento crítico. Sin pensamiento crítico, no somos nada, somos 100% equiparables a una máquina. No tenemos capacidad de decisión propia. Sin darnos cuenta estaremos generando una profesión de vigilantes de lo programado y no de informáticos que programan. Estaremos creando una profesión en la que el dogma, la opinión hegemónica y la verdad absoluta son las que se imponen y naturalizan. Se estará imponiendo en la profesión una verdad absoluta en lugar de tender a encontrar una relativa. Noam Chomsky decía que el aprendizaje verdadero tiene que ver con el descubrimiento de la verdad y no con la imposición de una verdad oficial, porque esta última opción nunca conduce al pensamiento crítico e independiente.

El pensamiento crítico debe conformar la base del desarrollo científico-profesional y humanizado enfermero. Lo contrario es equipararnos a una máquina. La capacidad de decisión propia es lo que nos diferencia de una máquina o de una marioneta.

Pero, sobre todo, el estudiante es antes persona que estudiante. Y esto no lo debemos ni podemos olvidar. La docencia no puede estar al margen de los sentimientos y las emociones, los valores y la ética. Hacerlo es generar ya desde la formación enfermera la deshumanización con todo lo que ello conlleva.

Desde la perspectiva de enfermera comunitaria, entiendo que el reconocimiento social de la Enfermería oscilará constantemente entre un valor sobreestimado y una evaluación. La profesión enfermera en general y la comunitaria en particular se fundamenta en el cuidar y toda concepción de cuidados enfermeros se inserta en un sistema de creencias y valores, que están influidos por un conjunto de factores sociales, culturales, económicos y políticos. La identificación de valores es de suma importancia, ya que los valores son relevantes por su relación con la identidad profesional, con la profesionalización y como guía para la acción, desde una perspectiva integral, integrada e integradora que sitúe a las personas, las familias y la propia comunidad como parte activa de la toma de decisiones en salud a través de procesos participativos reales.